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Científicos del Imperial College de Londres (Reino Unido), dirigidos por el investigador Tony Goldstone, han demostrado que, si nos saltamos el desayuno, horas más tarde nuestro cerebro suele tener “antojos” de alimentos grasos y ricos en calorías. Así se desprende de una investigación presentada en el congreso Neurociencia 2012, que se celebra estos días en Estados Unidos, realizada a partir de imágenes del cerebro de 21 hombres y mujeres de peso normal y 25 años de edad. Durante dos días consecutivos, se les mostraron fotografías de alimentos ricos en calorías mientras se les colocaba en un escáner de imágenes de resonancia magnética funcional (MRIf). Se les pidió que calificaran en qué medida les apetecían una serie de alimentos, que incluían chocolate, pizza, verdura y pescado. El primer día se pidió a los voluntarios que no desayunaran antes del escáner, pero al día siguiente se les dio, una hora antes del escáner, un desayuno de 750 calorías basado en cereales, pan y mermelada. Cuando en el almuerzo se les instó a “consumir todo lo que desearan, aquellos que habían pasado la mañana en ayunas mostraron una predisposición clara hacia alimentos ricos en calorías. Los individuos que no habían desayunado ingirieron un 20 por ciento más calorías. Los escáneres mostraron que la región del cerebro que podría estar involucrada en la atracción a los alimentos, la corteza orbitofrontal, se volvía más activa cuando el estómago estaba vacío. En definitiva, dejar de comer a primera hora de la mañana vuelve a los alimentos grasos y a los dulces más “atractivos” para nuestro cerebro y favorece una dieta desequilibrada, además de potenciar la voracidad. |
Según un estudio con resonancia magnética de la Universidad de Nueva Jersey (EE UU), cuando escuchamos nuestro propio nombre, el hemisferio izquierdo de nuestro cerebro se activa con más fuerza que cuando oímos el nombre de otras personas. Concretamente, la actividad es mayor en las neuronas de la corteza frontal media y la corteza temporal. “Estos experimentos demuestran que reconocer que alguien nos nombra pone en marcha zonas cerebrales específicas que permanecen en silencio el resto del tiempo", concluían los autores en la revista Brain Research. Tanto nos influye nuestro nombre que nos mostramos más predispuestos a comprar algo si nos lo ofrece un vendedor que comparte con nosotros alguna inicial en el nombre o en los apellidos, según un estudio de la revista Journal of Consumer Research. Y también han demostrado científicamente que somos más propensos a contraer matrimonio con una persona cuyo nombre empieza por la misma letra que el nuestro. |
Si tenemos en cuenta a todos españoles, independientemente de su edad, el nombre masculino más frecuente en la actualidad es Antonio (3,32%), seguido de José, Manuel, Francisco y Juan. Entre las mujeres, María del Carmen se sitúa a la cabeza (con un 2,8%), seguida de María, Carmen, Josefa e Isabel. La tendencia empezó a cambiar en los años 80, según muestran los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), cuando el nombre de pila escogido con más frecuencia para las mujeres pasó a ser Laura (2,25%), seguido de Cristina. Para los niños varones, la mayoría de los progenitores en esa década optaron por David (3,15%), seguido de Javier. En cuanto a los españoles nacidos en 2011, los nombres más habituales son Alejandro y Daniel, los que se suman, por orden de frecuencia, Pablo, Hugo y Álvaro. En las niñas, la primera posición del ranking la ocupa Lucía, seguido de Paula, María, Sara y Daniela. Un detalle curioso es que en la lista de nombres de pila empiezan a aparecer algunos bastante infrecuentes hasta hace poco en España, comoGerard, Mohamed, Biel y Jan para los chicos, así como Malak, Salma, Nayara, Aya y Zoe para las chicas. |